✨ Un altar nazarí en Madrid: Dellafuente consagra su leyenda en el Metropolitano
🌟 Una estrella en el centro del mundo
En el corazón de Madrid, bajo un atardecer que prometía rito y catarsis, Dellafuente alzó su propio templo: una estrella de ocho puntas que emergía desde el centro del Metropolitano. No era un simple escenario, era una constelación de memorias, de símbolos heredados, de arte puesto al servicio de la trascendencia. Inspirado en la geometría nazarí y en la arquitectura de la Alhambra, el espacio escénico desbordaba historia y tecnología: fuentes reales, columnas de fuego, un géiser que rompía el cielo, una dirección artística sin precedentes firmada por MAAS.
La magnitud de la producción situó a Dellafuente a la altura de los grandes iconos internacionales. Ocho pantallas de diez metros suspendidas a dieciocho de altura, una escenografía en 360 grados que replicaba el Patio de los Leones y una realización cinematográfica en directo – como ya vino haciendo en sus anteriores giras – que eliminaba todo rastro de visuales pregrabados. Cada detalle, desde la arquitectura de luces hasta la coreografía del agua, estaba orquestado para construir una experiencia inmersiva, casi mística. MAAS, también promotora del evento, orquestó una sinfonía de elementos técnicos que rivaliza con los espectáculos de cualquier gran gira mundial.
Desde el primer minuto, quedó claro que no asistiríamos a un concierto, sino a una ceremonia. El público – 70.000 almas entregadas desde horas antes – fue testigo de un inicio teatral: encapuchados marchando desde los extremos hacia el centro, una cuenta atrás latiendo en pantallas gigantes y, al fin, el rojo encendido de Dellafuente: gabán, sombrero, pantalones negros. El primer grito colectivo surgió al son de "Bailaora", primer tema con el que solía abrir sus shows hace una década. “Tengo muchas cosas que contar hoy”, dijo entonces. Y vaya si las contó.

🌦️ Agua y fuego: elementos de un viaje emocional
Cada tema fue una estación de un viaje a través de diez años de carrera: de Granada al mundo, de la trinchera independiente al altar de la cultura popular. Las Salomon Sessions tuvieron su propio interludio estético, y cada colaboración fue una declaración de amor a su comunidad: Judeline en "Romero Santo", Lia Kali con "Fosforito", Taifa Yallah encendiendo llamas con "400 Demonios" y "Corazón de Agua".
Pero no solo hubo fuego. También hubo agua. Mucha. Las fuentes coreografiadas en "Tuyy", el géiser simbólico en "Una Gota", la mística líquida que envolvió "Veneno" y el clímax final de "Consentía". Cada chorro, cada lágrima de agua o fuego pareció parte de una liturgia mayor, a la que se le sumó una torrencial lluvia a mediados del show. Como si Dellafuente se despidiera de algo más que una etapa musical.
👥 Voces hermanas y herencia compartida
El concierto fue también un mapa coral de generaciones. Por su escenario estrellado pasaron Morad y Rels B, Amore y Pepe y Vizio, RVFV y esa hermandad urbana que ha crecido junto a él, aunque el público echó en falta a Maka, quien no pudo asistir al tener un concierto en Extremadura. Cada invitado fue recibido como un miembro de familia, como un ladrillo más en la catedral musical que Dellafuente ha construido durante diez años sin radiofórmula ni industria tradicional.
“¿Quiénes estáis conmigo desde Azulejos de Coral? ¿Y desde Guerrero? ¿Desde Torii Yama?”. El público respondía como si confesara su fe. Las pantallas lanzaban imágenes de los primeros videoclips, mientras Dellafuente agradecía: "Gracias por acompañarme estos diez años. Esto, de alguna forma, también es una despedida."

🎧 Entre beats, guitarras y memoria
Hubo momentos de beat puro y otros de recogimiento. La banda en directo apareció hacia la mitad del concierto: bajo, guitarra y batería, rodeados de antorchas como una procesión sónica. El setlist navegó entre el tecno oscuro y la balada de barrio, entre el folclore digital y el romanticismo de club. En "Te amo sin límites" o "13/18" el estadio vibró; en "Ayer" y "Olvídame", respiró.
Dellafuente se sentó por primera vez en "Una Gota". Teclado en directo, luces azules, atmósfera recogida. “Necesito descansar y asimilar todo esto que estamos viviendo”, confesó, visiblemente conmovido.
🚫 Una despedida que no cierra puertas
"Consentía" fue el último salmo de la noche. El estadio entero coreó el estribillo como si fuera un mantra, mientras un géiser de agua coloreada brotaba desde el centro del escenario. Dellafuente, con los ojos vidriosos, cerró el concierto con un silencio que lo dijo todo. Madrid fue Granada por una noche. Y Granada fue todo el mundo.
Lo que ocurrió en el Metropolitano fue más que una conmemoración. Fue la consagración de una leyenda. Y quizá también, el primer capítulo de una nueva etapa que aún no sabemos nombrar. En Crowding News seguiremos atentos. Porque cuando el arte se convierte en rito, siempre merece una segunda escucha.