Crónica pendiente de actualización
La noche del 22 de noviembre de 2025 quedará marcada en la historia reciente de la música urbana andaluza: Pepe & Vizio cerraron su gira Puchero en Sevilla, la misma ciudad donde dieron su primer concierto, con una celebración que fue al mismo tiempo un homenaje a su amistad, una reafirmación de identidad y un regalo de cumpleaños para Pepe Sánchez‑Vera, alma flamenca del dúo.
El arranque del show lo dejó claro: esto no era una actuación más. Mientras la Sala Pandora se sumía en una penumbra tensa, resonaron los primeros acordes de Aunque es de noche, reinterpretación de Enrique Morente, y dos haces de luz recortaron al público como testigos de un ritual íntimo. En el escenario, farolillos, un banco sencillo y dos coristas al fondo componían una escena de patio andaluz. En las pantallas, la realización mostraba a Pepe y Vizio preparándose para salir: sus rostros concentrados, sus manos frotándose, como toreros antes del paseíllo. Era el principio de un viaje emocional que transitaría por la raíz, el desgarro, la fiesta, la calle y el abrazo fraterno.
🔥 Puchero, una mezcla que ya es receta propia
El concierto de Sevilla no fue solo un cierre de gira, sino también una síntesis emocional y artística del trayecto recorrido con Puchero, el álbum que en 2025 consolidó al dúo granadino como referente absoluto de la fusión flamenca‑urbana. Un trabajo donde se cocieron, a fuego lento, flamenco, rap, rumba, trap y electrónica, y que contó con colaboraciones de peso como Dellafuente, Ana Mena o Delaossa.
Pepe & Vizio ya no son una promesa. Son una realidad sonora que ha sabido hilar identidad y presente, Granada y calle, fiesta y vulnerabilidad. En Puchero encontraron, por fin, “el sonido que buscaban”, como ellos mismos dijeron a LOS40. El concierto de Sevilla fue, en ese sentido, la ceremonia final de un hallazgo artístico, un ritual colectivo que sellaba una etapa, con su propio público cantando cada palabra como si les perteneciera.

💛 De la ternura al estallido: una escaleta emocionalmente precisa
El show avanzó como una escaleta medida al milímetro. Desde la primera ovación con Que bonita eres —gritada por un Pepe que arrancó con un “esto es Puchero Tour, la última fecha… pero vamos a pasarlo bonito”— hasta la despedida apoteósica con El Patio, el público fue arrastrado por un torbellino de emociones.
El primer bloque del concierto se sostuvo en la intimidad y el reconocimiento: Chiquitita, Por tu calle, El vestío, con el venue coreando “¿qué tendrá el vestío?”, y De los míos, donde Vizio se detuvo a hablar de la amistad verdadera: “los que aguantan en lo malo, esos son los de verdad”.
Pero fue en Pepe y Vizio donde la atmósfera se volvió sagrada. Sentados en el banco del escenario, los dos músicos miraban al público y hablaban de amor como única respuesta frente al ruido del mundo. “Coged al que tenéis al lado y darle un abrazo”, pidió Vizio. Y el venue entero lo hizo. No era pose: era comunidad.
🌹 Cumpleaños, guitarras y móviles encendidos
El tramo central del show —Cosas Bonitas, Los hoyitos, Guapa— fue un canto al detalle, al color, a la belleza de lo cotidiano. Con luces rosas, celestes y doradas, con una guitarra que “lloraba” en el interludio, y con los músicos vestidos de blanco mientras el dúo lucía de negro, Sevilla vibró en modo contemplativo.
El punto más emotivo llegó con Flores, cuando Pepe confesó sentirse “raro” últimamente y pidió “el calor de su gente”. El público encendió sus móviles y el escenario se volvió una constelación. Era su cumpleaños, sí, pero el regalo se lo dio él a su público: vulnerabilidad sin filtros.

💨 Granada, la calle y la furia con amor
El bloque más visceral llegó con el cambio de tono visual y sonoro que trajeron Quieren mi luz y La vida me hace (bulerías). Visuales de Granada, luces blancas y celestes, y versos que oscilaban entre el reproche y la reafirmación. “La culpa pesa mucho”, dijo Vizio. “Pero ¿quién no ha sido culpable alguna vez?”
El show alcanzó su pico de tensión callejera con Vivir pa morir y Los tiros vuelan, himnos de la parte más rotunda del dúo. Vizio recordó aquel primer bolo “en un puticlub”, pero aclaró: “el primero de verdad fue aquí, en Sevilla, en la Sala X”. La ciudad, una vez más, como vértice emocional de todo.
Fue justo después de Los tiros vuelan cuando estalló la sorpresa: el público le cantó Cumpleaños feliz a Pepe, que recibió una tarta, abrazos y una ovación con el nombre del dúo coreado a gritos. También firmaron un cartel de Puchero frente a un público entregado.
🎼 Una receta cocinada en directo: el setlist como narración viva
El orden de las canciones en el concierto de Pepe & Vizio no respondió solo a una lógica de hits o popularidad. Fue, ante todo, una narración secuencial donde cada tema actuó como un ingrediente más en ese puchero conceptual que da título a su disco. El concierto abrió con una declaración de intenciones estética y espiritual al recuperar Aunque es de noche, el poema de San Juan de la Cruz que Enrique Morente convirtió en arte jondo contemporáneo. A partir de ahí, la noche se dividió en bloques, como una obra con actos bien diferenciados, donde las emociones fluctuaban desde lo íntimo hasta lo colectivo.

Tras la entrada ceremoniosa, Que bonita eres irrumpió como una bienvenida festiva. Le siguieron Chiquitita y Por tu calle, dos cortes que mostraron la versatilidad melódica del dúo, oscilando entre la sensibilidad pop y la calle sin perder raíz. La energía subió con Plastilina, en la que se notó la ausencia de Lola Índigo, pero no mermó la efervescencia del público. El vestío —con ese estribillo ya coreado como un mantra— y De los míos profundizaron en la memoria afectiva, hablando de origen, de resistencia, de lealtad. Luego, Pepe y Vizio, cantada desde un banco en el escenario, sirvió como declaración fraternal y centro emocional de la velada.
El siguiente bloque, más introspectivo, mostró otra capa del dúo. Cosas Bonitas, acompañada por visuales amarillos que bañaban el escenario en una luz cálida, dio paso a un interludio donde la banda tomó protagonismo con luz blanca y presencia escénica ampliada. Los hoyitos y Si tú supieras enlazaron en un juego de colores y voces donde la banda vestida de blanco contrastaba con la sobriedad de Pepe y Vizio en negro. Con Guapa, envuelta en luces rosas y celestes, y una guitarra flamenca que parecía llorar en vivo, se selló un momento de ternura antes de que la intensidad regresara con fuerza.

La segunda mitad del concierto introdujo su tramo más visceral. Locura y Flores pusieron sobre la mesa emociones más crudas. Flores, en particular, fue uno de los picos emocionales de la noche, con el teatro iluminado por las linternas de los móviles, en un silencio reverente. Luego, el sonido se tornó más denso con Quieren mi luz, tema con tintes épicos y producción rapera, que marcó el inicio del bloque más urbano y crudo del set. La vida me hace (bulerías) siguió con una escenografía evocadora de Granada, y la introducción narrativa sobre la culpa anticipó El Culpable, iluminada solo por un halo blanco sobre Vizio. Allí, la crudeza se volvió confesión.
El desenlace del setlist fue una celebración callejera. Vivir pa morir, Flores pa tu pelo y Los tiros vuelan conformaron un tríptico contundente, donde el flow y el orgullo de barrio fueron protagonistas. En Los tiros vuelan llegó uno de los momentos más espontáneos: el cumpleaños de Pepe fue celebrado con tarta y canto colectivo, mientras el cartel de Puchero quedaba firmado como símbolo de cierre. Tras los agradecimientos, el tema Pa’lante —himno resiliente de esta gira— preparó el terreno para el final icónico.
Y fue El Patio, sin Delaossa pero con todo el público como coro, la que cerró la noche. La voz colectiva resonó en un canto a capella que no necesitó instrumentación ni artificios. Solo verdad, piel y garganta. El setlist de Puchero Tour no solo repasó un disco. Construyó una dramaturgia sonora que, como el mejor de los guisos, se cocinó a fuego lento, con muchos ingredientes, y se sirvió con el alma.

🕊️ Final de gira, final de etapa: el legado de una noche
La última canción fue El Patio, interpretada como si fuera un rezo colectivo. “¿Qué hacemos ahora estos meses?”, preguntó Vizio, consciente del vacío que se abre tras un tour. El público respondió cantando a capella los versos, abrazados, muchos con lágrimas en los ojos. Fue un cierre que no sonó a final, sino a inicio de algo más profundo.
Este concierto no fue solo el fin de una gira. Fue el cierre de un ciclo vital para Pepe & Vizio: el cierre de una etapa de búsqueda, de camino compartido, de sonido encontrado. A partir de aquí, lo que venga será nuevo. Pero el puchero ya está servido: tiene raíz, tiene flow, tiene Granada y tiene alma. Y, sobre todo, tiene público.






